jueves, 2 de julio de 2009

Karaoke

La mano de dedos finos deja la taza sobre la mesa. Las uñas impecables, curvadas el grado ligero y exacto de la elegancia acompañan sus movimientos livianos, delicados, frágiles. No hay cabello que caiga con mayor gracia, ni nariz tan adorable y sensual, ni cuerpo tan bien formado y sugerente en toda la cafetería.
Su acompañante se relaja sobre los brazos de la silla. Sobre ambos a la vez. Desparramando su cuerpo de hombre, sus piernas de hombre, por todo el espacio que ella no ocupa.
No parece afectarle esta falta de decoro. Se encuentra por encima de las cosas mundanas, como si ni un ápice de vulgaridad pudiera tocarla.
María la imita. Imita sus gestos. Su peinado. Su forma de hablar. La imita desde que eran pequeñas. Imita hasta sus defectos. Sus escasos y encantadores defectos.
Cuando Inés peinaba sus muñecas con el cepillo de mamá, María peinaba sus muñecas con el peine de mamá. Cuando Inés se caía saltando a la comba, y se reía, María tropezaba saltando a la comba, y se reía. Las clases de danza fueron para ambas, elegidas por Inés. La carrera de enfermería la terminaron ambas, María un año después que Inés.
Cuando Inés se casó con Roberto, economista, bien situado, María comenzó a buscar marido. Lo más parecido que encontró fue a Miguel, profesor de instituto, y se casó con él.
Sentados los cuatro en la tarde de marzo, conversan sobre temas triviales con miradas triviales y sonrisas triviales. Modelo y réplica. Original y copia.
A Inés no parce importarle, es más, se diría que incluso le agrada que su hermana vaya siguiéndola, caminando por donde ella pone el pie. Grabando la historia de su vida como al dictado, como quien sigue una frase. Cantando la misma canción, usando las mismas palabras, entonando de forma obediente la melodía que va dictando su karaoke.

Las cinco y cuarto y un gesto inoportuno. Un roce desacompasado. Una muestra de cariño a destiempo, inesperada.
No es más que simple curiosidad lo que lleva a Inés a preguntar a su hermana, con la taza nuevamente en sus labios, a qué se debe ese acaramelado impulso.
Medio sonrojo, casi media sonrisa y una completa e inequívoca mirada cómplice entre amantes.

-Bueno… la verdad es que no queríamos desvelarlo tan pronto… pero ya que has preguntado… Voy a decírselo cariño –pide permiso a su derecha. Asentimiento comprensivo. Las manos abrazadas unas a otras y la emoción compartida de la noticia a punto de desvelar-. Pues que Miguel y yo vamos a tener un bebé.

La taza rueda por el suelo. Roberto salta de la silla sacudiéndose los pantalones. Inés perpleja, inmóvil, ni siquiera escucha las protestas. No dice palabra. Simplemente no lo comprende.
Miguel coge las manos de su mujer y la incita a levantarse. El brazo rodea su cintura y la risita es breve pero audible.

-Menuda sorpresa ¿no? Muchas gracias por el café pero ahora debemos irnos. Precisamente dentro de media hora vamos a hacernos la primera ecografía.

Giran para salir e Inés no se mueve. No habla. No reacciona.

Se rompió el hechizo. Terminó la música. Se acabó la fiesta.


3 comentarios:

  1. Hola Paula. Me ha gustado sobre todo la sutileza psicológica que yo veo femenina. Me ha gustado también que me parece narrado con delicadeza, sin tanto adjetivo grandilocuente como estoy acostumbrado a leer y escribir. Si tuviera que poner algún pero es que me he perdido con los maridos. Quiero decir que quizás no sea conveniente ponerles nombres, porque si no estás muy atento no los memorizas. Quizás sea algo mío pues me suele pasar, también en el cine... Por lo demás me parece que hay un poco de revancha o, como mínimo, autoafirmación por parte de la hermana pequeña. Besitos.
    Fran.

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  2. Estoy de acuerdo con lo de los nombres. Cuatro personajes para un relato de un par de minutos. Dos parejas además y para colmo hermanas. La verdad es que no sabía muy bien cómo hacerlo para que no fuera lioso. En fin, que al final me quedó así.

    Acerca de la revancha de la pequeña... pues no sé, habrá que preguntárselo a ella :)

    Un beso.

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  3. Gracias a ti, Jaime. Tengo en cuenta tus consejos y tus impresiones. Me sirven sin duda porque por un lado confirman algunos aspectos de los que ya me percaté, como la frase final, que a mí tampoco me convence, y por otro me muestras cosas nuevas en las que no me había fijado, como los diálogos, que ahora mismo voy a revisar.

    Abrazos.

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