sábado, 17 de abril de 2010

Poema

Tantas noches para amar me tienes
en promesas reservadas; tantas,
como versos de tu amor me cantas
entre arrullos cada vez que vienes.

De mil flores llenas hoy tus manos.
De regalos. De presentes. Y éstos
a mi puerta llevarás bien prestos
para no hacer tus esfuerzos vanos.

Mas hay algo que no puedes darme
pues en necios corazones falta;
aquello que por pedirte salta

de mi alma a tu corazón de niño.

Lo que aún no sabes regalarme
no es otra cosa sino cariño.

sábado, 10 de abril de 2010

Julia (II). La mujer de blanco sobre fondo negro

Esta habitación en penumbras es mi sala de estar. El papel, con motivos florales, nunca me gustó demasiado, aunque lo cierto es que, después de tantos años, he terminado por acostumbrarme. Hay un gran mueble vitrina en el fondo. Como en casi todas las casas, contiene cerámica y cristalería que sólo se utiliza en ocasiones especiales. No me molesta tenerlo, es un bonito adorno para este cuarto, pero tampoco encuentro gusto en conservar cosas inútiles (o casi inútiles) en casa.

A la derecha hay un sofá de dos plazas. Éste sí lo utilizo a diario. Normalmente me tumbo en él para ver la televisión, o mejor: para dormir delante de la televisión. Y la televisión, como es de esperar, está justo en frente. Entre ambos, también, hay una mesa baja de cristal con un par de libros a medio leer. Pero el verdadero motivo por el que os estoy hablando, la razón por la que os he traído a esta sala, es la fotografía que hay en la pequeña mesa auxiliar, al lado del sofá. Es la fotografía de una boda. De mi boda. Fue tomada el 24 de marzo de 1975. Una húmeda mañana de primavera en la iglesia de San Nicolás. Llovía, o chispeaba, según quería el tiempo. Por eso muchos de los retratados llevan abrigos; la mayoría de color negro. El novio (el joven que está a mi izquierda) también viste de oscuro. Apenas se distingue del resto con ese traje, y la verdad es que el retablo en madera de roble que preside el altar, detrás de nosotros, tampoco ayuda mucho. El caso es que, a esta hora de la madrugada, la única luz que entra en la habitación es el pálido reflejo de una farola en la acera opuesta a mi casa, y es mi vestido, mi blanco vestido de novia, lo único que destaca en toda la fotografía.

Si hubiese suficiente luz se podría ver mi sonrisa. Una sonrisa de felicidad absoluta. Sí. El día de mi boda fue un día muy feliz. Todas las personas a las que conocía y quería estaban allí. Todos. No faltó ninguno. Y fue estupendo comprobar que todos se reunían para estar con nosotros. Eduardo (el novio) también estaba feliz. Radiante. Agarrado a mi cintura, como si el enlace no fuese suficiente y necesitara dejar constancia de nuestra unión con ese gesto. Pero todo esto, claro está, no se puede ver. Nada es distinguible a esta hora de la noche.

Un coche está cruzando la calle. Sus faros crean sombras abstractas a través del visillo. Por unos instantes, el grupo fotográfico se ve iluminado y, tan sólo por un segundo, se pueden ver nuestros rostros. Nuestras miradas sonriendo a través del tiempo. Sonriendo a la habitación. A los muebles. A las penumbras que a la vez nos contemplan. Se puede ver la mano de Eduardo sobre mi cadera. A mi tía Felisa con su nieto de tres años en brazos. A mis sobrinos sentados al pie de la escalinata.

El coche se marcha y todo vuelve a las sombras. El mueble vitrina. El sofá. La foto. Todo retorna a su posición, imprecisa y difusa, de la noche.
Me gusta contemplar los objetos en la oscuridad. Las sombras adquieren un tono gris. Más gris o menos gris. Pero siempre gris. Y los claros destacan por encima del resto, de un modo que nunca ocurre durante el día.

Son las 5:59. Pronto empezará mi jornada. Ahora mismo estoy en la cama, dormida, un minuto antes de despertar. Mientras, en la sala continúa el efecto de luz y sombras sobre la fotografía. Es un efecto curioso, que me ha llevado a lo largo de los años a observar imágenes como ésta; fotos de enlaces, sobre todo antiguas. En todas, o en casi todas, sólo hay un punto de luz. Un espectro del pasado asomándose al presente: el vestido de la mujer de blanco sobre fondo negro.