sábado, 21 de julio de 2012

Sobre el ministro Pedro Morenés

Yo tenía una abuela, de pelo blanco y andar lento (como suelen ser las abuelas), que una vez me dijo que, por encima de cualquier otra cosa que hiciera en la vida, debía convertirme en una mujer decente, en una persona decente, en una ciudadana decente.

Tengo una madre -que a pesar de la edad siempre encuentra energía para dedicarse a sus hijos, a sus nietos y a aquel que lo necesite (vamos, como suelen ser las madres)-, que desde siempre nos ha enseñado, a mis hermanos y a mí, el valor de la justicia, la importancia de lo que está bien y de lo que está mal, de lo que es propio y de lo que es ajeno.

Desde entonces, aquel entonces más lejano de mi mente infantil al comienzo de mi educación, no ha habido un solo día en el que no tuviera presente, aunque fuese de forma inconsciente, lo que me han enseñado: decencia, justicia, honradez. Y aunque he cometido (y cometeré) más de un error en mi vida, jamás me he apropiado de lo que no era mío, ni he mentido para conseguir mis propósitos.

Ignoro si el contenido de este post es cierto o no (no lo he cotejado), pero tristemente no es nada descabellado; menos aún con el rosario de indecencias que cada día salen a la luz, protagonizadas por aquellos que deberían tener, más que nadie, un comportamiento ejemplar:

http://vanityfea.blogspot.com.es/2012/07/el-negocio-de-las-bombas-de-racimo.html


Me pergunto qué pasará por la mente de esa gentuza cuando se adueña del dinero común, cuando ignora la maldad tras los negocios, cuando finge no conocer las normas, cuando estafa.

Me pregunto si habrán tenido una abuela que les enseñara a ser decentes. Una madre que les inculcara la importancia de ser justos. Un padre que les guiara para ser honrados.  

Me pregunto qué opinarán de ellos sus antepasados.
Me pregunto qué opinarán, dentro de unos años, sus nietos.




viernes, 20 de julio de 2012

Dos uves

Me encanta la similitud que hay entre la palabra
verduras y la palabra
verdades.

A menudo ninguna de las dos gustan mucho,
pero no hay nada que sea mejor ni más sano.