Tengo una madre -que a pesar de la edad siempre encuentra energía para dedicarse a sus hijos, a sus nietos y a aquel que lo necesite (vamos, como suelen ser las madres)-, que desde siempre nos ha enseñado, a mis hermanos y a mí, el valor de la justicia, la importancia de lo que está bien y de lo que está mal, de lo que es propio y de lo que es ajeno.
Desde entonces, aquel entonces más lejano de mi mente infantil al comienzo de mi educación, no ha habido un solo día en el que no tuviera presente, aunque fuese de forma inconsciente, lo que me han enseñado: decencia, justicia, honradez. Y aunque he cometido (y cometeré) más de un error en mi vida, jamás me he apropiado de lo que no era mío, ni he mentido para conseguir mis propósitos.
Ignoro si el contenido de este post es cierto o no (no lo he cotejado), pero tristemente no es nada descabellado; menos aún con el rosario de indecencias que cada día salen a la luz, protagonizadas por aquellos que deberían tener, más que nadie, un comportamiento ejemplar:
http://vanityfea.blogspot.com.es/2012/07/el-negocio-de-las-bombas-de-racimo.html
Me pergunto qué pasará por la mente de esa gentuza cuando se adueña del dinero común, cuando ignora la maldad tras los negocios, cuando finge no conocer las normas, cuando estafa.
Me pregunto si habrán tenido una abuela que les enseñara a ser decentes. Una madre que les inculcara la importancia de ser justos. Un padre que les guiara para ser honrados.
Me pregunto qué opinarán de ellos sus antepasados.
Me pregunto qué opinarán, dentro de unos años, sus nietos.