Primera carta.
No os puedo decir que la maternidad fue una bendición desde
el comienzo, pero puedo contaros la verdad. Y es esta:
Al principio fue una ocupación a la que debía adaptarme y
que a veces me molestaba.
También fue una alegría y una satisfacción.
Era la responsabilidad mayor que había tenido nunca y desde el primer segundo
no pensé otra cosa más que hacer bien mi trabajo.
Al principio tuve dudas y muchísimos temores.
Al principio llegué a pensar que lo mejor para ambas sería
que abandonase.
Leo llegó después de este período, cuando todo era más
fácil, aunque asumir y aceptar son tareas que jamás se terminan.
La persona que era entonces y la que soy ahora son dos diferentes
que apenas se reconocerían más que por los rasgos.
Cumplir mis nuevos cometidos y discriminar lo que es
importante en mi vida me ha llevado a evolucionar y a conocerme mejor, de modo que puedo afirmar
rotundamente que más me habéis aportado vosotras a mí de lo que yo os pueda
aportar nunca.
De la madre que pensé que sería a la que he llegado a ser
hoy hay un gran trecho, afortunadamente. Aún así disto mucho de ser un ejemplo
ideal, por lo cual espero que algún día, cuando comprendáis esto que os
escribo, me perdonéis.
Acerca de las afirmaciones y tópicos sobre maternidad os
tengo que decir que la mayoría, en mi caso, son ciertos:
-
no puedo hablar de vosotras sin emocionarme
-
no puedo estar más orgullosa de mis hijas
-
vivo con ansiedad constante, temerosa de que algo malo os
pueda ocurrir
-
descanso cuando no estáis a mi lado
-
también disfruto mi tiempo, que ahora valoro enormemente
-
mi amor por vosotras es absoluto e incondicional
No hay nada que hayáis hecho o vayáis a hacer en el futuro que haga que deje de quereros.
No hay comentarios:
Publicar un comentario