- Señorita, es usted una ladrona.
- ¿Por qué dice eso?
- Me llevó hasta la orilla del mar. Paseamos por la arena. Nos sentamos en las rocas. Usted me besó.
Recorrimos prados de trigo y caminos de atardeceres. Hizo brillar y apagar el cielo. Movió los astros a su antojo.
Me engalanó de miradas, y de vida. De dulces sonrisas y placeres eternos.
- ¿Y por qué dice que soy una ladrona?
- Porque me ha robado el alma.
- Ah. Usted perdone. Aquí tiene.
Jajaja. Me parece a mí que lo último que quería el enamorado era que le devolviesen el alma. Seguro que habría renunciado a ella tan gustoso.
ResponderEliminarFran.