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Más de veinte años hacía que no te subía. Lo recuerdas ¿verdad? Aquella vez iba acompañada. Guiada a través de tus caminos. Muy pocas veces me he permitido andar por tus senderos de sol sin andantes y he ascendido las pendientes traicioneras, los ríos de rocas que sucumben al pasar, fluyendo bajo las pisadas, deslizándose y haciéndome caer. Me costó vencerte... un poquito. Tampoco hay que exagerar. Tantas vidas has contemplado desde arriba, entre ellas la mía. Subir a ti para cambiar posiciones es algo que siempre reconforta, para que no seas tú por una vez quien me observe desde tu cielo y yo, pequeñita, te alce la cabeza en el llano de tus faldas. Cargada la cámara a la espalda y aferrada a tus muros, a tus grietas, cuidando cada paso para que no me venzas y me deje derribar. Lo cierto es que al fin en tu cima, recuperando oxígeno y equilibrio, sorpresivamente me la encontré ocupada. Alguien contemplada estático las extensiones de tus tierras.
Acaso buscando la soledad.
Al igual que yo.
Este es uno de los primeros poemas que te leí. La vida es tan rara que, a veces, buscamos la soledad y no la encontramos y, otras, nos viene impuesta por las circunstancias. Buscar la manera de ver las cosas desde otra perspectiva es útil e inevitable para una escritora.
ResponderEliminarBesos. Fran.