domingo, 18 de septiembre de 2011

Correcta, pero innecesaria

No es la primera (ni será la última) moda de conciencia. Tampoco es (ni de lejos) algo que hayamos inventado hace poco. Algunos lo llaman "lenguaje no sexista", y con frecuencia se aferran a él porque es lo correcto ¿?, no es discriminatorio ¿?, o simplemente es lo que se espera de una persona comprometida con la igualdad de sexos. Por mi parte, y para abreviar, lo llamo simplemente tontería.

Si digo, por ejemplo, "señoras y señores", a todo el mundo le sonará natural. Si digo "niños y niñas", casi también. Si digo "jueces y juezas" ya empieza a sonar un poco excesivo; pero si digo "amas y amos de casa" parece que, o bien intento mofarme, o mi esmero en la corrección del lenguaje ha traspasado la barrera del sentido común. Y no se debe a que no haya "amos de casa", sino a que no es natural este uso en los hablantes, del mismo modo que tampoco lo es decir "ciudadanos y ciudadanas" cuando se quiere nombrar al conjunto de la población. Para designar a unos y a otras, esto es, para utilizar un género neutro, ya tenemos al género masculino, que desde siempre hemos utilizado como género no marcado, y que por tanto designa a ambos sexos. Pues no olvidemos que el uso de la lengua lo deciden los propios hablantes, de modo que el hecho de que "señoras y señores" nos suene natural es sólo por ser una fórmula común en el escenario para dirigirse al público, pero hacer este uso extensivo a otros ámbitos por una supuesta corrección política parece del todo absurdo.

Últimamente, y por cierta tendencia venida con toda probabilidad de la muy necesaria conciencia de igualdad de oportunidades entre hombre y mujer, se ha extendido este modelo incluso en el campo del lenguaje, cuando no era en absoluto necesario. Como ejemplo más claro tenemos los antiguos APA (Asociaciones de Padres de Alumnos) convertidos recientemente en AMPA (Asociaciones de Madres y Padres de Alumnos) -quizá una madre protestó y, maldita suerte, alguien le hizo caso-. Pero aún podemos estar agradecidos, porque se podría haber decidido incluir también a los abuelos (AMPAAA: Asociaciones de Madres, Padres, Abuelos y Abuelas de Alumnos), que bien podrían exigir su hueco por su papel protagonista hoy día en todas las escuelas y en la educación de los pequeños. Aunque puestos a ser completamente correctos, ¿por qué no formar los AMPAATTYCOFOAACDUM (Asociaciones de Madres, Padres, Abuelos, Abuelas, Tíos, Tías y Cualquier Otro Familiar o Allegado a Cargo de un Menor)?

Hace poco, y por poner otro ejemplo, cierto portal corporativo ha cambiado su nombre, originariamente "Portal del Empleado" y hoy llamado "Portal Interno"; no vaya a ser que alguna empleada se sienta marginada o algún hombre indignado ante la falta de consideración hacia el sexo femenino. También, y salvando la tarea a muchos redactores, se están utilizando a discreción palabras colectivas como ciudadanía o clientela, u otras neutras como personas o habitantes. Lo que sea para evitar la cancioncilla del -as y -os, como borriquitos obcecados en lo supuestamente correcto.

Pero tampoco hay que alarmarse. Ha habido modas mucho peores, y aún más absurdas, en el pasado. Por poner un par de ejemplos tomemos como referencia los intentos de algunos durante la segunda república, en los que pretendían que todos cobrasen el mismo salario, independientemente de su puesto. O en los años inmediatos a la revolución francesa, cuando muchos intentaban imponer la ley de que todos los individuos, al haber nacido iguales y sin distinción de clases, debían por tanto vestir igual. 
Estas pretensiones, como la que estamos viviendo del lenguaje no sexista, no tienen otro futuro posible que terminar en el fracaso. La imposición de restricciones injustificadas coartan la individualidad y la expresión, y el hombre es lo bastante individual y tiene la suficiente necesidad de expresión como para aceptar someterse al encorsetamiento de lo ridículo.

La moda pasará -o eso espero, que pase- aunque sólo sea por el hecho de lo incómodo que resulta recordar continuamente las versiones femenina y masculina de un mismo término, o buscar una alternativa que englobe a ambas y que no parezca -para quien lo crea así- sexista. Ahora bien, aunque la moda pase, y como todo parece ser cíclico, a buen seguro que esta conciencia actual en el lenguaje nos perseguirá en el futuro, si bien es posible que a la mayoría no nos pille vivos la próxima vez que nos visite.
Como prueba de ello dejo estas palabras de Quevedo, allá por el comienzo del siglo XVII, que leí recientemente: "Por hipocresía llaman al negro, moreno; trato, a la usura; a la putería, casa; al barbero, sastre de barbas; y al mozo de mulas, gentilhombre del camino."


1 comentario:

  1. ¡Qué estupenda reflexión, Paula! Si hasta realmente cansa, tanto como cuando se ponen a discutir que si se dice La presidente y no La presidenta, uff que ya pasa trapo la cosa. Lo comparto porque no tiene desperdicio.

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